miércoles, 4 de abril de 2007

El fin de un camino

Esta historia que aquí os dejo es fruto de una colaboración entre Astinus y yo; y tiene como base una conversación de Messenger en la cada uno asumió una de las posturas aquí presentadas (si, enfermos… lo sabemos ).Esperamos que os guste.


La noche era fría, sin luna. Una densa niebla comenzaba a arrastrarse en torno a los troncos de los árboles. El suelo estaba cubierto de hojas húmedas por casi todo el jardín, mientras la extraña pareja se acercaba a Johann con toda tranquilidad, casi con desdén.
La noche había sido larga para el joven soldado de Jürgand, pero no solo eso, sino también aterradora. Durante su entrenamiento le habían explicado que podía encontrarse en situaciones similares, separado de su grupo, acosado por enemigos superiores y sin posibilidad de contactar con la escuadra. En estos casos lo mejor era buscar un sitio seguro donde recuperar fuerzas y volver lo antes posible a la base madre. Conocía a la perfección el protocolo y trataba con todas sus fuerzas de llevarlo a cabo, pero aquella mujer no era común, eso desde luego. Parecía contener en si misma todos los conocimientos de la organización e incluso más, anulaba cualquier intento de usar sus capacidades sobrenaturales para escapar y ya había aprendido que un ataque frontal no era la mejor de las alternativas; el otro, el tipo de la gabardina blanca, impasible y mecánico en sus movimientos, y a la vez calmado y poseído por una fuerza que no era humana, podía detener cualquiera de sus envites sin tan siquiera sudar por el esfuerzo. Si aquello era el miedo, Johann estaba aprendiendo bien que significaba.
Los dos llegaron de nuevo a su altura, el soldado no podía continuar huyendo, sus niveles de energía estaban al mínimo y sabía que un nuevo intento de ataque fallaría, y tal vez, terminaría con su propia vida. Tan sólo le quedaba una alternativa, el diálogo, aunque tenía pocas esperanzas puestas en poder convencerla.

- Eso que quieres hacer no es justo, ni para ellos ni para los habitantes de Gaia.

Ella lo miró desde arriba, el joven estaba agachado, doblado por la cintura a causa de las heridas y el cansancio. Aquella misteriosa mujer comenzó a hablar, eran las primeras palabras que la escuchaba decir:

- La vida no es justa.

Aquella frase le traspasó, estaba acostumbrado a escuchar la voz profunda y poderosa de sus maestros, incluso de algunos dioses. Durante sus años de entrenamiento había podido comprobar como las simples palabras de una criatura de elevado poder eran capaces de mover realidades, pero la voz de ella iba más allá de todo eso. Dentro de la mortalidad del cuerpo que ocupaba, – si es que ese cuerpo podía resultar herido, ya que él desde luego no había conseguido hacerlo, – su tono iba más allá de lo posible. Era como si hablase directamente al corazón de su existencia. Johann comenzó a sudar, era un sudor frío y pegajoso, pero hizo acopio de valor y tras tomar aire un par de veces comenzó a hablar de nuevo:

- Lo que los habitantes de tierra viven y sienten no tiene nada que ver con esto, no puedes continuar con esta locura. Además no creo que te lo permitan, la humanidad tiene más recursos de los que imaginas.

Aquello podría haber parecido una amenaza, sin embargo no era más que un dato más, y de todos modos Eljared lo conocía.

- Si a ti ya te he vencido – sonrió - ¿qué crees que pueden hacer esos seres con conciencia? – tal vez fuese un juego, quizá aquel diálogo no era más que una farsa, pero era la única salida que le quedaba a Johann.

- Estoy seguro de que puedes manipularlos hasta el punto de que ni uno solo de ellos sepa hacia donde se dirige su destino, conocer su sociedad, su forma de vida, tan... – hizo una pausa para mirar los dispares ojos de ella, uno rojo y el otro dorado. En ese momento brillaban de manera extraña, con una chispa que iba más allá de lo mundano – tan interesantes, pero al mismo tiempo tan faltas de individualismo, controladas por entes superiores… ¿Es ese tu plan?

Por un momento el muchacho creyó que iba a comenzar a reír. No podía estar más equivocado. Las facciones de la mujer se tornaron un poco más duras y su sonrisa desapareció. Su voz sin embargo no cambió en absoluto.

- No, es mejor dejarlos sin un destino en el que poder auxiliarse, sin un pasado, sin un presente, y sin un futuro, tal como ellos hicieron conmigo; olvidando mi pasado, ignorando mi presente y ajenos a mi fin.

Cualquier Jürgand sabía que eso no debía hacerse, era una de las primeras cosas que les enseñaban, irrumpir en el destino de los hombres iba contra el Pacto. Por una fracción de segundo perdió los nervios.

- ¡Eso no puedes hacerlo, va en contra de todos los pactos que firmamos hace siglos! Y… - volvió a detenerse un momento para calmarse - ¿de verdad no ha habido nadie que te haya hecho pensar: "merecen la pena"?
- Nadie que aun exista.
- ¿Y el mundo en si mismo, tal como es ahora?
- La belleza de este mundo y el futuro es tan relativa como la subjetividad del que la contempla. ¿Y si el que la contemplase fuese totalmente objetivo? – Johann supo que hablaba de ella misma, se creía una diosa. No. Se creía superior a los mismos dioses…
- Nadie es totalmente objetivo y tú lo sabes. Los humanos necesitan esa libertad de la que disponen, llegado el tiempo correcto sabrán reaccionar, harán lo que deban y ese será su destino.

Era un argumento desesperado, fútil, pero contra aquella mujer era complicado elegir las palabras correctas, su simple presencia le incitaba a creer lo que ella decía. Sabía que era un truco. ¿O tal vez no?

- Inútiles incluso cuando se lo ponen fácil, les dieron la oportunidad de gobernarse a si mismos y la rechazaron.

Sentenció ella, recuperando de nuevo la sonrisa, aunque esta vez tenía algo extraño, quizá nostalgia. Johann creyó saber a que se debía y ensayó un nuevo ataque dialéctico.

- Incluso ellos necesitaban de un maestro y no te niego que pudo ser diferente, pero venció Giovanni. Eso fue lo que decidió su camino.
- No te pongas de su parte, ellos no necesitan ni merecen tu compasión.
- No es compasión, es comprensión... y creo que ahora mismo estamos en un punto en que la humanidad puede avanzar, librarse de algunas de sus cadenas, pero necesitan de toda la libertad que podamos darles.

Algo parecido a la ira asomó a los ojos de Eljared o al menos eso le pareció al muchacho. De todas maneras bien pudo haberlo malinterpretado puesto que dentro de su campo de visión, el hombre de la gabardina blanca había apoyado la mano izquierda sobre la empuñadura de la espada. Ella continuó hablando.

- Cada cadena rota ha sido reparada con eslabones mas fuertes, con estupideces mayores, les dimos un nuevo comienzo y volvieron a repetir los mismos errores con pautas distintas, intentaron hacer desaparecer la historia original con falsas religiones, tuvieron la ambrosia en sus manos y la arrojaron al mar.... Eso es el Sacro Santo Imperio de Abel, cerrar los ojos a una evidencia casi palpable, el fin de Gaia esta cerca, y será a manos de ellos mismos.

Cada vez lo acorralaba más, sentía que el poder de ella aprisionaba su voluntad, miró de nuevo a su impasible acompañante. De no ser por ese tipo podría tratar de atacarla, pero sus anteriores intentos habían sido en vano, él siempre se adelantaba. También podría haber intentado cambiar la realidad, encerrarlos a todos en una dimensión creada ex profeso para no dañar el mundo real, sin embargo sus anteriores intentos habían sido igualmente en vano. En cuanto comenzaba a concentrar la energía necesaria la presencia de aquella mujer se interponía a su poder, lo sometía y lo anulaba sin esfuerzo. Estaba perdido y le comenzaba a costar incluso pensar. ¿De donde salía una fuerza tan abrumadora como para amedrentar a un soldado como él?

- Algunos de ellos son diferentes, esa emperatriz, el príncipe Lucanor, Mathew Gaul... los líderes actuales del mundo pueden hacer grandes cosas, un poco más de tiempo podría bastar, ¿tan mal está la situación como para no poder dárselo?
- Para mi el tiempo no existe pero para Gaia si, ¿cuanto mas crees que es sostenible este desequilibrio? – de nuevo aquella sonrisa - Mi papel no es solo de juez sino también de verdugo. Una persona puede cambiar muchas cosas, pero ha llegado el momento de que sea escuchada. No he podido ponéroslo más fácil, esta es vuestra última elección, ¿que haréis ahora? ¿Volver a cerrar los ojos ante la evidencia?

Sin saber por que, aquello le había irritado. Aquella mujer tenía la fuerza necesaria para acabar con todo o para dejarlo tal cual estaba, pero eso era ¿imposible?.

- ¡No hay tal evidencia, no es tan inmediato como intentas hacer ver, pero aunque lo fuese, podrías usar tu talento para retrasarlo, en lugar de provocar más caos! – Elevó la voz más de lo que pretendía, cerró los puños y se puso en tensión - ¿Acaso en todos estos años no has encontrado nada por lo que merezcan una nueva oportunidad?

Eljared lo miró casi con desdén, pero la reacción de su acompañante fue la que lo hizo retroceder, su simple mirada vacía de todo sentimiento le golpeó como un yunque. Supo al instante que si no cambiaba su postura acabaría clavado en el árbol más cercano. Ella se le acercó conciliadora y le puso una mano tibia en la frente. Johann no pudo moverse.

- Cierra los ojos, profundamente, abstráete... ¿De verdad no la escuchas gritar? ¿Cuanto tiempo podréis ignorar su agonía? ¿Cuanto más podréis retener ese sufrimiento?

Ciertamente, lo sintió. La conciencia de ella le transportó por sobre mares y montañas, lo vio todo al mismo tiempo y escuchó el grito silencioso de la tierra, de la mismísima realidad. Sin embargo era algo que ya conocía, aunque no lo hubiese vivido de esa forma.

- Sus heridas pueden sanarse con el tratamiento adecuado, ya lo hicimos una vez, aunque la solución no fue perfecta, ahora podríamos hacerlo mejor si trabajamos juntos en ello. – dijo, esperando que ella comprendiese su postura.
- Vuestras barreras empiezan a resquebrajarse – la voz de ella sonó tajante.
- Pueden volver a forjarse. Reconozco que tal vez haya algunos desperfectos, pero podremos contener la mayor parte del problema y el mundo seguirá, como ha seguido existiendo durante casi mil años.

La voz de Johann estaba ya llena de desesperación, sabía cual sería el final de la conversación, ella se lo había dejado ver cuando lo había tocado.

- Ese es el error, vuestro estúpido error. Ciegos, necios. El mundo seguirá existiendo como siempre… El mundo nunca será el mismo, nunca lo ha sido, vosotros olvidáis, ignoráis vuestra propia historia, pero ella la recuerda, y sufre cada día por vuestra dejadez. Jamás llegareis a entender ese dolor.
- ¡Podríamos aprender! – rugió él
- ¿Como? – tras eso rió, con unas carcajadas limpias, sinceras.
- Tú podrías ayudarnos a hacerlo.

La falta de control era ya total en el muchacho. La mujer se calmó, dejó de reír y su actitud volvió a ser la que había sido durante toda la entrevista, entonces le dijo:

- Os he echo repetir los mismos ciclos y seguís sin entenderlo, he puesto la llave de vuestro conocimiento en manos que son capaces de utilizarlo, os he echo caer para ver si reaccionabais, muchos siglos han pasado y ya habéis desperdiciado demasiadas oportunidades. Se acabó, esta conversación no tiene sentido. Si preferís vivir en vuestra ignorancia, no seré yo quien os despierte de vuestro utópico sueño. Seréis vosotros los que sufriréis por el daño infligido.

Poco quedaba ya por decir y el chico notaba que su fin estaba próximo, sin embargo lo intentó una vez más

- Estás equivocada, el mundo ha avanzado, ha cambiado y cada vez va mejor, ahora se cernía una nueva era sobre todos los habitantes de Gaia y fuiste tu la que obligó a la historia a dirigirse en esta dirección. Eres tu la que sembraste el caos. No ayudaste a la humanidad.
- Sigues sin entenderlo... lo hice.

Tras esto ella se giró y comenzó a caminar hacia los árboles. Una energía que no era de este mundo – y posiblemente de ningún otro en concreto – comenzó a fluir por el cuerpo de Johann, no tenía posibilidad alguna de vencer, pero no iba a dejarse matar sin presentar resistencia. Tampoco le sirvió de mucho.

Al cabo de unos minutos Némesis dio alcance a su señora, ella le hizo un gesto y él entregó lo que llevaba en la mano.

La noche llegaba a su cenit, y mientras la niebla cubría aún el paraje ambas figuras caminaban en silencio. Aquel muchacho la había hecho revivir recuerdos o más bien, pensamientos, que se mantenían perdidos como fragmentos de su memoria. ¿Hasta que punto los habitantes de Gaïa estarían dispuestos a luchar por sus vidas?, pronto lo sabría. De momento aquel joven soldado le mostró una resistencia y firmeza que hacía siglos que no había podido contemplar. Sus palabras, aún siendo fruto de la desesperación, contenían un grado de confianza en la humanidad. Tal vez, en otro tiempo, incluso podría haberla hecho dudar. Pero lamentablemente, aquella época ya había pasado. Una leve sonrisa se perfiló en sus labios:

- Un alma con esperanza…- se la escuchó susurrar.

Ahora solo tenían que volver sobre sus pasos, preparar la emboscada y esperar a que se presentase el Patriarca.


PD. Hay demasiada poesía en Gaïa como para ignorarla.

4 comentarios:

Akrim dijo...

Weeeeeeeeee, jejeje, como te metes en el papel de Eljared. Esta genial, a ver si pones mas, que ya tienes otro lector!

Scarlet dijo...

Si quieres ver como me meto mucho mas en el papel de Eljared leete una historia de Elhazzared. ^_^ Gracias por pasarte

Astinus dijo...

Cierto, leete la primera historia, es genial :D

Bienvenido por aqui, akrim ;)

olecram dijo...

Esta muy bien , estoy seguro de que eres ademas de una buena jugadora de rol .